En enero de 1970, cuando fue inaugurado el Edificio Ebrosa en pleno centro de la ciudad, fue considerado un avance arquitectónico que colocaba a Zaragoza a la altura de New York.
Su galería comercial (pasaje) ruinosa como todos los pasajes comerciales, actualmente está poblada de oficinas y servicios técnicos. Pero no era ésta la intención cuando fue construida, pretendiendo con un diseño tan glamuroso de techos y marquesinas agrupar otro tipo de establecimientos más fashion: boutiques, peleterías y joyerías de alto standing, que fueron cerrando ante la ausencia de clientela. Incluso la firma de lujo LOEWE tuvo en este pasaje su primer establecimiento en la Capital del Ebro.
Destacamos el delirante (y peligroso) diseño de las marquesinas de acceso a las viviendas y oficinas, compuestas de un sinfín de apliques de baño, que naturalmente nunca son encendidos: cada marquesina tiene 56 apliques, que por 2 bombillas de 60 w, hacen un total de 112 bombillas, ¡¡6.720 vatios!! Muchas cabinas de rayos UVA no tienen tanta potencia… todo un peligro para las pelucas acrílicas de la época que pasaban bajo ellas.
En las dos entradas del pasaje, un rótulo en relieve de material noble con una tipografía similar a la del Edificio Imperial, firmado por el artista Paco Rallo (1969), anuncian que está usted accediendo a un espacio chic y a unos negocios distinguidos. Tal como indicaba su publicidad: “Suntuosa decoración” “En el edificio que distingue a esta gran ciudad”.
El promotor del que toma el nombre este pasaje y su edificio tampoco escatimó en gastos a la hora de decorar los portales con auténticas obras pictóricas de artistas emergentes. Como si de una antigua catedral se tratara, sus paredes fueron soporte de fascinantes pinturas murales de antiguas civilizaciones: Grecia, Isla de Pascua, Mexico y Egipto. En este último caso, inquietante asociación visual la que percibimos entre las tres pirámides y los tres ascensores… Los murales fueron realizados por Ana Izquierdo, una de las mujeres que formó parte del famoso Grupo Zaragoza de los años 60.
Actualmente las curvilíneas molduras del techo han desaparecido, despreciadas por una reforma realizada sin ninguna sensibilidad artística. ¿Qué necesidad había de quitarlas?
(Sírvase deslizar la barra a izquierda y derecha)
Los rótulos fueron pintados de negro, perdiendo el color bronce original. Por si esto fuera poco, junto a estos valiosos rótulos creados por el escultor Paco Rallo, han colocado, sin ningún criterio, una horrenda señal de plástico para indicar que es “propiedad privada”, que en realidad parece prohibirnos el paso a una central eléctrica.
En cuanto a las pinturas murales, ya ha desaparecido la del portal número 2, de la que no queda ni rastro, por lo que suponemos pudiera evocar a la Atlántida, aunque de esta hipótesis no tenemos pruebas. Sería muy triste que en los próximos años fuesen despareciendo las que aún existen.
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Total acuerdo en que tendríamos que rehacer en lo posible el pasaje y portales
Además de dar categoría a los
usuarios el edificio ganaría una gran rebalorezacion .